No es por falta de ganas.
Eche un vistazo a la Estrategia de Personal del Ejército del Reino Unido. En ella se reconoce que los retos actuales en materia de personal se enmarcan en el carácter cambiante de la guerra, la era de la información, la rápida evolución tecnológica, la feroz competencia por el talento y la inflación de los costes de mano de obra.
Pregona un enfoque estratégico más transformador para reclutar "un Ejército competitivo, adaptable e integrador, imbuido de un espíritu guerrero y de una inquebrantable voluntad de victoria".
También enumera unas sesenta iniciativas, entre ellas el Proyecto CASTLE, de larga duración (y con más recorrido), que pretende acelerar un cambio generacional en la forma en que el Ejército gestiona el talento.
¿Arreglará esto nuestro dolor de talento? Todo ayuda, pero quizá estamos intentando resolver demasiadas cosas a la vez.
No nos limitamos a reclutar nativos digitales. Se trata de una cohorte que con demasiada frecuencia ve la vida de servicio como dura, restrictiva, tecnológicamente atrasada y carente de impacto social.
¿Mi remedio? En primer lugar, tenemos que educar a nuestros nativos digitales sobre la verdadera naturaleza de las amenazas a las que se enfrentan nuestras naciones y su papel a la hora de mantenernos a salvo.
Por muchas razones, los Gobiernos son malos en esto, pero los nativos digitales tienen que entender que no hay mayor contribución a la sociedad y que este es un trabajo con verdadero impacto.
En segundo lugar, los nativos digitales tienen que entender (algo difícil de vender) que muchas de las capacidades son de vanguardia y que nuestros tecnólogos serán vitales (y estarán bien atendidos) en unas Fuerzas Armadas más especializadas, escalables y conectadas en red.
En tercer lugar, que deberíamos ver lo que funciona en otros lugares y copiarlo... rápidamente. Por ejemplo, el Flexible Establishment Trial del Ejército australiano (que no debe confundirse con el Flexible Service del Reino Unido) demuestra que el servicio híbrido es posible y constituye un enfoque inteligente y viable para aprovechar el talento y el potencial latentes de los reservistas y elevar así la alfabetización digital de toda la fuerza.
En cuarto lugar, mientras trabajamos para transformar digitalmente las Fuerzas Armadas, debemos capacitar a nuestros tecnólogos. Tenemos que fomentar la creatividad, la iniciativa y las soluciones novedosas (en consonancia con el artículo de Caleb Walker que aboga por una insurgencia digital).
Por último, necesitamos un plan y una metodología mucho mejores para perfeccionar el talento del que ya disponemos a fin de colmar las lagunas.